Ya estamos en Noviembre, que nos resulta triste. ¿Por qué?, me pregunto. Quizá porque las campanas comienzan a doblar a muerto.
El día de Todos los Santos acudimos al Camposanto a rezar el Rosario; con la misa de difuntos se prepara el ánimo para la meditación.
También la Natualeza se entristecía. Los árboles perdían su verdor; el viento se arremolinaba y esparcía las hojas secas. Al calor de la lumbre se “escorcollaban” las almendras y nueces, que quedaban desprovistas de su verde envoltura exterior, y se “esgranaban” las judías para secar sus granos. Se trabajaba el cáñamo hasta conseguir su hilatura, que sería tejida en gruesas sábanas o fuertes telas empleadas en las labores del campo.
Noviembre me recuerda el otoño del hombre, que va caminando hacia su final ineludible. Por esto me gusta tanto la primavera, llena de belleza, juventud e ilusiones...
No te enfades conmigo, Noviembre, pues eres mes de reflexión. ¡Lo necesitamos tanto los humanos!. Así llego a este refrán, que dice: “Bendito mes que entró por Todos Santos y salió por San Andrés”.
Avelina Ferrández
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