LARUÉS

LARUÉS
paisaje navado

miércoles, 11 de diciembre de 2013

UN AÑO EN LA VIDA DE LARUÉS

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Diciembre, ya estás aquí. Eres el último del año, aunque el más hermoso, a pesar del frío que nos traes. Entonces nacen la mayor parte de los corderos, manteniendo muy ocupados a los pastores. Las ovejas madres son las mimadas del rebaño, reservándose para ellas lo mejor, como son los rastrojos con sus brotes, pipirigallos, la hierba de los huertos, etc... El resto del ganado se junta, cuidándose entre unos cuantos ganaderos que los conducen por los yermos de las sierras. Deben afilar sus dientes para poder subsistir. Este rebaño recibe el nombre de “bacivo”. Se les daba sal para que comiesen mejor.

Pronto llega el frío y la escarcha de la noche consume la ya escasa hierba, debiéndose recurrir a los piensos. Va transcurriendo Diciembre, trayéndonos las primeras nieves, dejando atrás el aire melancólico de los meses anteriores.

Ya se van acercando las Navidades y se hacen los preparativos. La alacena huele a turrón, que se cierra bajo llave, sino.... ya es de suponer. La masada recién cocida para tener pan tierno... ¡y por fin es Noche Buena! Las copas de los árboles blanquean; los pajarillos se refugian en los corrales al calor de los animales. Mi padre sube los troncos más gruesos que hay en el corral. “¿Para qué tanto, padre?”, preguntamos curiosos. “La noche está muy fría, hijos, y hay que calentar al Niño”.

Así, entre el chisporroteo de los leños, celebrábamos la Noche Buena. Cenábamos temprano para acudir a la Misa de Gallo. La cena es sencilla y semejante cada año: “bainetas” enrastradas en el verano, escarola y algún pescado. También tenemos turrón y vino “melau” (quemado su alcohol, y con azúcar, membrillo, pera asada, higos secos y pasas). Las llamas, entre violáceas y rojizas, bailaban sobre la superficie brillante del vino puesto a quemar. La alegría se adueña de nuestros corazones. Cantamos villancicos, hacemos bromas, ... No es el efecto de la comida en sí, sino algo más profundo, algo que adivinamos los cristianos.

Entre rezos y algaraza, suena la campana, un poco ronca por la nieve. Hace mucho frío, pero con el espíritu alegre y nuestra mejor ropa acudimos a la Iglesia. Os diré en secreto que es costumbre estrenar alguna prenda en esa misteriosa noche. Los pastores acuden con sus zamarras y tambores; son los primeros en adorar a este Niño chiquitín y puro que reposa en su humilde pesebre. ¡Él, que pudo nacer en un Palacio! Hermoso mensaje para la humanidad. Entre villancicos y zambombas vamos pasando todos estampando un beso en su rodilla. Él sonríe y parece decirnos: “¡Conservad esa alegría!”. Acabada la misa, acudimos a casa, y es tradición hacer “colación” que se basa en un poco de longaniza y vino, finalizando así la Noche Buena.

El día de Navidad es muy celebrado. El tiempo transcurre, llegando el día 28, los “Santos Inocentes”, que resulta ser la fiesta de los pícaros, que nos enriedan con bromas y pequeñas mentiras que son bien aceptadas, en general. El año se despedía echando “Santos y Santas”, todos en familia. Se comía turrón y se bebía vino melau. Así, con el corazón alegre, cae un año más en nuestras pobres vidas. Suenan las doce campanadas, y nuestro corazón late, esperando que el Año Nuevo sea de amor, paz y felicidad.

Avelina Ferrández

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