LARUÉS

LARUÉS
paisaje navado

lunes, 16 de septiembre de 2013

UN AÑO EN LA VIDA DE LARUÉS



septiembre




Hasta la Virgen de Septiembre se limpiaban las eras. Antes de la llegada de la aventadora todavía perduraban los montones de mies trillada, en espera de que el viento suave separase el grano de la paja. Se iban recogiendo los pajuzos para trasladarlos a los corrales de ganado, en los que se convertirían con el tiempo en estiércol para la sementera. ¡Qué bonita quedaba la era! Tras las lluvias, los granos de trigo ocultos brotaban en grillones.



Septiembre aportaba a las mujeres una relativa tranquilidad. Se debía lavar mucha ropa, limpiar la casa concienzudamente, recoger lo que se producía en los huertos y, ¡cómo no!, salir a los portales para coser un poco.



El 8 de Septiembre era la feria de Berdún. En este lugar vivía la familia Lacadena, poseedora de una gran pardina lindante a nuestro pueblo. La cultivaban algunas familias. En este día le iban a pagar los tributos o arriendos, y era típico ver abundantes caballerías cargadas con sacos de trigo rumbo a Berdún. Actualmente dicha pardina ha pasado a ser propiedad del pueblo, dándole más riqueza al municipio. Cada vecino tienen derecho a algunas parcelas, perdiéndose si se ausenta de Larués para habitar en otro lugar. Se realizó la adquisición aproximadamente por el año 1955. Fue una buena inversión, pagándose con los ingresos obtenidos con la tala del pinar de Puya-Selva.



Por esta época también se realizaba una pequeña “corta de madera” que se llamaba “limpia”. Se talaban árboles contrahechos o medio secos, para poder hacer un lote de leña para cada vecino. Subía al monte un hombre de cada casa para realizar tal tarea. Solían trabajar poco, pero lo pasaban en grande; con la alforja bien repleta de comida y vino solían “comadrear”, y no había secretillo en el pueblo que no saliese a la luz. Se repartía la leña y cada uno bajaba la suya. Se regresaba por el camino del abrevadero, del lavadero y de la fuente. Las mocitas, con el cántaro en la cadera, esperaban ver aparecer a los leñadores.



Este mes era propicio para la celebración de las bodas. Siempre constituían una alegría para los novios o acompañantes. La víspera de la ceremonia se hacía el baile de despedida de solteros. El día de la boda se hacía un banquete en cada comida. La boda se realizaba en el pueblo de la novia, trasladándose a él el novio y los acompañantes. Se regresaba al pueblo, que en adelante sería el suyo, montados en caballerías bien aparejadas y adornadas. Cuando la novia es del mismo pueblo, tras una buena comida y alegres canciones, el novio pagaba algún dinero a los mozos por haberles quizá “robado” una moza del pueblo . Si alguno de los cónyuges era viudo ponían en su puerta una “carnuzada” o “esquilazos”. En cualquier caso, se ignoraba dónde dormirían los novios. La noche de bodas se pasaba en el pueblo, y no se hacía el viaje de “luna de miel”. Si se llegaba a conocer el lugar exacto donde pasarían la noche los novios, ya no se les dejaba tranquilos un momento hasta el amanecer. El día de bodas era de alegría para todos, con los repiques de campanas, cohetes, peladillas, buena comida y baile. A la novia le daban en su casa una pequeña dote, el ajuar y la habitación. Ella pasaba a disfrutar lo que poseía su consorte, teniendo que hacer la “renuncia” a la heredad de su casa natal. También quedaba comprometida a cuidar a los abuelos o “tiones” que se encontraban en la casa de su esposo.



Como en general después de la boda venía el bautizo, voy a explicaros cómo se celebraban. Era costumbre hacer chocolatada, con la típica torta-buena para todos los invitados. Después se solía servir un refresco y repartir peladillas. Los padrinos, si eran pródigos, echaban peladillas, caramelos y calderilla, o bien almendras, por las calles. Los chiquillos corrían alborozados, siendo empujados por alguna madre que se mezclaba entre ellos.



En el bautizo, a los recién nacidos no les gustaba la sal, y algunos lloraban. En general, la madre no acudía al bautizo, pues permanecía en casa reponiéndose hasta la celebración de una misa, en donde quedaba purificada. El bebé quedaba instalado en la casa, bien en una cuna o en la cama de los padres.



También se realizaba el retorno a la escuela. Sólo hay una en el pueblo, por lo que era regentada por una sola maestre. Recuerdo a la que tuvimos en nuestra infancia. Permaneció muchos años en Larués, donde murieron su esposo y alguna de sus hijas, que fueron enterradas en un nicho de cristal en el cementerio, que ha desaparecido con el paso de los años. En el invierno acudíamos muchos alumnos, quizá de 60 a 70, entre niños y niñas, para reducirse el número a la mitad con el comienzo de la primavera. Al llegar a los diez años apenas se acudía a la escuela. La maestra poseía una gran personalidad, y nos trataba de convencer para que fuésemos acudiendo y salir más preparados. Había un señor en el pueblo que conocía la aritmética y durante el invierno hacía escuela para adultos, acudiendo los más aplicados para recordar o aprender algo nuevo.



En Septiembre se recogen también las patatas y algunos frutos, pero mi pobre Larués tiene tan pocos que a veces han sido arrancados ya por las manos de traviesos chiquillos.



En este mes se visitaban los parientes que vivían en otros pueblos. También se solía intercambiar la simiente de un lugar a otro. La paja sobrante se subía en caballerías o carros para venderla a cambio de patatas o judías secas. Tenía lugar la venta del trigo. La cebada se guardaba para los animales domésticos. En el molino del pueblo se trituraba el grano para el abastecimiento anual de pan, cuyo consumo era alto en relación a otros alimentos.



Llega San Miguel, el “santo revolvedor”. Es la fecha destinada para cambiar los asalariados de dueños o bien renovar el “contrato”, siempre verbal, hasta el próximo San Miguel. Ya bajaban los ganados de Puerto. ¡Con qué ilusión los esperábamos! ¡Cómo había crecido su lana, recién esquilada, durante el verano!



Ya con los campos preparados para la siembra me paso a Octubre.



Avelina Ferrández



1 comentario:

Anónimo dijo...

Que vonito, vaya recuerdos, algunos los desconocia pero de otros no.